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8 enero 2018

Noticias de Bangui (Centro África)

“¿Cómo está Centro África? No está absolutamente nada bien. La guerra parecía acabada, pero desgraciadamente no es así, en modo alguno es así. La situación relativamente tranquila de Bangui –donde no dejan de ocurrir, también recientemente, episodios de violencia– corre el peligro de crear una impresión engañosa. En las zonas del interior del país el cuadro es muy diferente. Desde el mes de mayo grupos de rebeldes, no siempre muy identificados, han provocado centenares de muertes, han quemado casas y han generado un movimiento de miles de refugiados en diversas ciudades y poblados. Este estado de cosas se arrastra ya desde hace bastante tiempo. Existe el peligro de habituarse a la guerra, como si fuera inevitable.

Dos datos inequívocos expresan, más que cualquier otro análisis, la situación dramática en la que se encuentra Centro África.

El 80% del territorio, de hecho, ahora está ocupado o controlado por grupos de rebeldes que dictan las leyes en lugar del Estado que, por desgracia, renuncia en la práctica a sus obligaciones, por lo que su presencia pasa desapercibida. La ausencia del Estado en las zonas alejadas de la capital fue uno de los motivos que desencadenaron la guerra en 2013. La elección de un nuevo presidente, la presencia masiva de la ONU, el interés y las ayudas copiosas por parte de la comunidad internacional parecían la ocasión propicia para pasar página, finalmente, y alcanzar el tren del desarrollo. Pero la solución se retrasa y esta inhibición del Estado ha generado unos resultados que han desilusionado las esperanzas. No hemos logrado adelantar. Al contrario, quizás hasta hayamos retrocedido, como indica el segundo dato:

Según la última estadística de la ONU, Centro África ocupa el puesto 188º, sobre 188 países en el Índice del desarrollo humano. Somos, pues, el país más pobre del mundo. Centro África se encontraba ya muy abajo en la clasificación. Estos últimos años de guerra han consumido los pocos recursos de que disponía. Y aunque las clasificaciones son siempre un poco antipáticas –y solo gustan cuando se ocupan los primeros puestos–, este dato es un indicador más que elocuente sobre la situación real del país.

Ante un cuadro tan desolador no faltan las razones para ser pesimistas, desanimarse y rendirse. Pero también es cierto que, desde un punto tan bajo, no se puede más que remontar. Y es inútil continuar acusando a un enemigo, nunca bien concreto, o esperar que alguien –casi por magia– cambie la situación para que haya condiciones para comenzar a hacer algo. Tal vez haya llegado el momento de comenzar a hacer algo para que la situación cambie. Y la magia o, mejor, el milagro sería que esto lo hicieran los mismos centroafricanos, protagonizando un grande, colectivo y muy esperado impulso de amor por la propia patria.

Afortunadamente el Carmelo en Centro África está bastante mejor y no faltan las buenas noticias. Septiembre y octubre han sido meses ricos de acontecimientos. La mañana del 16 de septiembre siete jóvenes –dos centroafricanos y cinco cameruneses– han comenzado en el convento de San Elías en Bouar el año de noviciado. Entre ellos estaba Arístides, nuestro infatigable postulante-enfermero al servicio día y noche de los enfermos, heridos y sobre todo de las mujeres que daban a luz en nuestro campo de refugiados. Por fortuna, los refugiados se han marchado ya, de otro modo hubiéramos tenido que colgar en la puerta del convento un cartel con esta inscripción: “Lo sentimos mucho, pero la maternidad está cerrada porque Arístides no está. En caso de parto es mejor que vayáis rápidamente al hospital más cercano”.

Por la tarde del mismo día otros tres jóvenes, dos cameruneses y un centroafricano, al fin del año de noviciado hicieron la profesión simple. Dos de ellos pertenecen ya a la comunidad del Carmelo.

El 21 de octubre, en nuestra iglesia de Baoro, fray Cristo hizo la profesión solemne, entrando a formar parte para siempre de la familia carmelitana. Hacía siete años que no teníamos una profesión solemne y por eso os podéis imaginar nuestra alegría. El día siguiente, en la gran catedral de Bouar, nos volvimos a reunir para la ordenación sacerdotal de fray Odilón. Al día siguiente, en la iglesia de nuestro seminario menor de Bouar-Yolé, celebró su primera misa; un momento de gran emoción y fraternidad para todos nosotros. Y de gran estímulo para quien está aún en camino.

Novedades también para el Carmelo de Bangui. El P. Mateo –después de cuatro años heroicos pasados en Bangui en tiempos de guerra y con gran disgusto nuestro, sobre todo por lo que se refiere a la cocina…– ha sido enviado a nuestra misión de Bozoum. En su lugar ha llegado fray Cristo. Los nuevos pre novicios, de los que ahora se ocupa el P. Mesmin, confirmado como padre prior, son en total siete. Los estudiantes, de los que ahora se encarga un servidor, son en total nueve: siete centroafricanos y dos cameruneses. Hay otros cinco que se trasladarán: tres a Camerún para sus estudios de teología y dos para pastoral. El P Arland continúa aquí, en el Carmelo, y se ocupará especialmente de nuestro prometedor negocio agrícola.

Nuestra comunidad se compone este año, de veinte miembros. Yo soy el único italiano, pero confieso que casi no me doy cuenta pues nuestra vida, la oración y el trabajo que nos unen hacen de nosotros una sola familia.

Hace algunas semanas nos hemos acercado al cementerio situado cerca de St. Paul des Rapides, la iglesia más antigua de Centro África. Seguramente es uno de los lugares más sagrados del país. Aquí, en 1894, comenzó la evangelización del Oubangui-Chari, gracias al impulso y a la fe de algunos sacerdotes espiritanos franceses. Venidos de Brazzaville, remontaron el río Ougangui llegando al que era entonces un pequeño poblado junto a una estación colonial. Muchos de esos misioneros morían muy jóvenes, después de solo unos meses de permanencia en esta tierra, víctimas de enfermedades tropicales. Sus cuerpos reposan en este cementerio. Por desgracia, sus nombres se han borrado de las cruces de sus tumbas.

Mientras pienso en estos héroes de otros tiempos, observo a mis jóvenes hermanos de hábito. Los héroes que yacen en el cementerio quizás ni siquiera se hubieran atrevido a imaginar una mies tan copiosa como fruto de su duro trabajo. Los ahora “no-héroes” sobre la tierra casi no se dan cuenta de que son el fruto de la semilla que, caída en tierra quizás en su misma edad, ha muerto para que Centro África conociera el Evangelio. Ciertamente son frutos aún inmaduros; algunos podrán ser arrancados del árbol y madurar en otro sitio. Pero son frutos. Para mí, indigno sucesor de esos héroes, es una inesperada fortuna y gran honor ver crecer, sin hacer demasiado daño, lo que otros han sembrado… y crecer también yo, aunque sea un poco.

Un abrazo. P. Federico Trinchero, ocd.”