Monjas

Las carmelitas descalzas, siendo un Instituto religioso de carácter estrictamente contemplativo, son sobre todo testigos claros de la primacía absoluta de Dios en la vida humana. Y por Él y respondiendo con un corazón disponible al don de la vocación personal, su existencia se convierte en una especie de ofrenda, no sólo por renunciar a la familia o a la libertad de comunicación en el mundo, sino sobre todo por subordinar toda la vida, hasta el más mínimo detalle, a la oración y firme perseverancia en la presencia de Dios. Al participar en el carisma de Santa Teresa de Jesús, las carmelitas descalzas “están llamadas a la contemplación, tanto en la oración como en la vida” (Constituciones 1991, n 10). Esta contemplación del Dios viviente es la razón de su existencia y su tarea principal. Todo lo demás es secundario. Y así – con el fin de asegurar adecuadas condiciones de vida y específico “clima de oración” – las carmelitas descalzas eligen la separación radical del mundo en la forma de la clausura papal, la soledad y el silencio. De esta manera, cuidando la auténtica libertad del espíritu y del cuerpo, ellas empeñan todas sus fuerzas en el encuentro nupcial con Dios, en la Eucaristía diaria y en la Liturgia de las Horas, como en la meditación. Su profunda experiencia de Dios se convierte en el fundamento de su apostolado – a pesar de que se trata esencialmente de un apostolado del compromiso espiritual en las intenciones de la Iglesia y un apostolado del testimonio – con exclusión de cualquier forma de ministerio activo.

Un papel particular en el Carmelo teresiano desempeña la comunidad, que es un espacio de la comunión entre las hermanas. Las carmelitas descalzas forman pequeños colegios de Cristo, donde hay un ambiente muy familiar, la valiosa recreación teresiana. Así constituida la comunidad a la luz del derecho canónico es completamente autónoma y según el Código recibe el estatus de monasterio sui iuris (cf. can. 613).

En la vida cotidiana las monjas unen la oración ferviente y el trabajo manual. Este trabajo incluye tanto las tareas domésticas comunes, como las formas específicas de actividad encaminada a obtener fondos para el mantenimiento como por ejemplo: hornear las hostias, bordar los ornamentos litúrgicos o realizar iconos.

Las carmelitas descalzas, escondidas en el silencio del monasterio y aparentemente desconocidas para el mundo, están presentes en todo el orbe. Según los últimos datos estadísticos las monjas alcanzan la considerable cifra de 11.500. (Siendo la Orden femenina de Clausura más importante del mundo católico). Casi 750 monasterios viven según las Constituciones aprobadas en 1991, y 140 – según las Constituciones aprobadas en 1990. Estos monasterios se encuentran en el territorio de 98 naciones. Es muy destacable el gran desarrollo de la Orden en: Asia Sureste, América Latina, África y Europa del Este. Las numerosas y nuevas vocaciones permiten abrir nuevas fundaciones en Vietnam, Filipinas, Indonesia, México, Brasil, Argentina, Colombia, Madagascar, República Democrática del Congo, Polonia, Croacia y algunos países de la ex Unión Soviética. Sin duda es confortante el hecho que todavía siguen firmemente las vocaciones en el oeste de Europa, especialmente en España, Francia e Italia. Desafortunadamente, más y más comunidades sufren por la falta de nuevas vocaciones, algunas incluso, no pueden continuar y deben tomar la dolorosa decisión de la supresión. Tanto las alegrías como las dificultades son un signo de los tiempos que nos invita a discernir la voluntad de Dios y cumplirla fielmente en la nueva realidad.