Nuestra Señora del Rosario: Durante el Oficio de Laudes y la Eucaristía del sábado 7 de octubre por la mañana, la alarma sonó casi continuamente en Jerusalén… hasta alrededor del mediodía. Los sonidos ahogados de los cohetes destruidos por la Cúpula de Hierro daban a entender que se trataba de un ataque. La sorpresa fue total. Era un hecho grave y sorprendente: un ataque contra Jerusalén.
En el último día de la festividad judía de Sucot, los cantos alegres de los festejos repentinamente dieron paso a los sonidos de la guerra. En los días que siguieron, sonaron alarmas menos frecuentes: en esos momentos, cada una permanecía en su lugar, inmóvil, en silencio, rezando y esperando.
Jerusalén se detuvo, como en un largo shabat: tiendas cerradas, escuelas cerradas, los turistas y peregrinos desaparecieron repentinamente, poca gente en las calles, se podía escuchar el ruido sordo de los aviones militares que entraban y salían de la Franja de Gaza llevando a cabo fuertes represalias. Nuestra ciudad está “protegida” por numerosos puestos de control contra los “enemigos” que han invadido Israel y contra aquellos que quisieran unirse a ellos.
Los Territorios Palestinos están aislados, nadie puede entrar ni salir, muchos trabajadores resultan seriamente afectados porque no pueden acudir a su trabajo diario desde Belén o Jericó…
Los ataques son perpetrados por individuos aislados. Ayer sucedió contra la estación de policía, cerca de la oficina de correos donde tenemos que recoger nuestra correspondencia; hoy fue contra simples transeúntes judíos, o en reacción al lanzamiento de piedras por parte de jóvenes palestinos…
El gobierno palestino de Gaza ha llevado a cabo un terrible ataque contra los judíos que viven cerca de su territorio, y los palestinos en otras zonas podrían o están tratando de hacer lo mismo. Cuando cae la noche, en el barrio palestino donde nos encontramos escuchamos manifestaciones y disparos fuera de nuestros muros. … No es la primera vez. Pero la experiencia de este año nos ha regalado bombas de gas lacrimógeno; nunca antes habíamos visto esas pequeñas granadas que recogemos por la mañana en el claustro y en el jardín: y nuestro conocimiento se está ampliando, porque junto con los cartuchos caen petardos enteros, casquillos de bala y agua maloliente…
Nos hemos enterado de los ataques contra las comunidades judías cercanas a la Franja de Gaza, con homicidios inimaginables, heridos, rehenes y muchísimos muertos… y estamos igualmente llenas de compasión por los habitantes de la Franja de Gaza sometidos a intensos bombardeos, al bloqueo y al éxodo masivo. Nuestros corazones están con la pequeña comunidad cristiana refugiada en la escuela y la iglesia, con sus pocas religiosas y seminaristas, y también con algunos musulmanes.
Sin embargo, nos hemos preparado para la celebración de la Santa Madre, con el 150 aniversario de nuestra fundación. El monasterio y sus monjas han pasado por muchos períodos de hostilidad y han vivido bajo diferentes autoridades, otomanas, jordanas, británicas… Hoy estas autoridades son israelíes, aunque nuestro barrio de la Ciudad Vieja y el Monte de los Olivos, con su población palestina, sigue siendo la zona “disputada, ocupada y anexada” de Jerusalén Este.
Nuestros Carmelos de Belén, Nazaret y Haifa también están siendo atacados desde la Franja de Gaza, y ahora también desde el sur del Líbano, que está enfrente y muy cerca del Monte Carmelo. Somos solidarios… Las embajadas nos proponen repatriaciones, ¡pero por supuesto no se trata de irnos!
Vivimos con el pueblo de Tierra Santa, con sus altibajos, a nuestra pequeña escala, rezamos por la paz y la justicia de hoy y de mañana. Esta guerra demuestra que los muros y otras limitaciones o métodos de vigilancia son inútiles a largo plazo. Sólo la justicia y el respeto pueden conducir a una paz difícil pero duradera. Todos los días podemos percibir esas semillas en personas extraordinarias, tanto judías como palestinas.
Para nuestro monasterio es el momento de cosechar la aceituna, un momento de mucho trabajo, pero sereno y alegre; la oración está a la orden del día; pero la tensión es palpable. Agradecemos a toda la Orden por la comunión en la oración por los que sufren y por los que tienen la tarea de decidir. Y también por los que luchan en ambos bandos, para que puedan seguir siendo humanos…
Para los cristianos de Tierra Santa, el martes 17 de octubre ha sido un día de ayuno y oración por la reconciliación, “porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz” (1 Cor 14, 33). ¡Los invitamos, hermanos y hermanas, a unirse a nosotros en oración para que el Señor verdaderamente nos conceda su paz!