Es día de silencio, sobrecogida experiencia de profundo vacío, en la calidez herida de María, la Madre; en el corazón de todas las madres, que representan el alma en vela del mundo, y que siempre abrigan, en medio de tanto dolor, la esperanza. ¡Qué sobrecogedor el día de hoy, como un abismo de silencio, que encierra algo que todavía no conocemos, y que siempre es retoño! Y que amanecerá… siempre amanece.
Son las ocho menos unos minutos de la mañana en Berdichev, y saludamos al Señor y a su Madre en la basílica. Nos preparamos para el viaje a Kiev.
Me llevan Vitaly y su hermano Olek. Es un camino de tres horas, pero depende del tráfico y de las dificultades de la entrada. Sorteamos algunos controles sin dificultad.
Nos han dicho que ha habido algún proyectil sobre Kiev.
Llegan algunas voces de gente amiga de España y de otros rincones con noticias de peligro en Kiev…
Paramos a tomar un café, y a echar gasolina. Solo se permite comprar 20 litros de gasolina cada vez, pero la chica que atiende es de la parroquia y llenamos al depósito. Además, Vitaly es “famoso” por estos rincones.
Nuestra conversación sigue muy animada todo el camino.
A medida que nos acercamos a Kiev, vemos el horror de la guerra, tanques, camiones, casas, edificios quemados y tiroteados, como vaciados de su alma. Casas y restos de vehículos que huelen a un sábado santo desolado, sin vida, sin aparente resurrección.
Damos un rodeo para entrar en Kiev, evitando la carretera principal. Unos 30 km de vuelta.
Llegamos a nuestra parroquia en Kiev, nos recibe Jozef. ¡Cuánta alegría da abrazarlo! ¡Qué alegría haber llegado y estar aquí! Aquí está Marek, el párroco y prior. Y también Benedict, que está encargado de ayuda humanitaria y atención a los soldados, nuestros tres carmelitas ahora en Kiev. Un sacerdote polaco que tiene una organización internacional y trae ayuda humanitaria a Ucrania, está hoy aquí, Maciej. Y también se hospedan desde la destrucción de su pueblo un padre y un hijo: Andrzej y Daniel.
Alegría del encuentro con los hermanos y comida con Jozef y Marek, informando de muchas cosas de la guerra y la pastoral de estas semanas. Marek habla de los horrores de la guerra y muestra las fotos de los búnkeres; la atención a los enfermos, y la actividad intensa como párroco. Durante algún tiempo esta fue la única parroquia católica de Kiev. Cuando vino la madre Teresa de Calcuta, después del premio Nóbel de la paz, pidió poder ir a misa y la trajeron a nuestra iglesia. Es una iglesia pequeñita y acogedora. Acompaño a Jozef a bendecir los alimentos, que es costumbre típica de aquí: los primeros alimentos que se toman de Pascua, dulces, huevos de pascua y otras cosas. Swieta ha traído huevos de Pascua para los frailes. Me da un abrazo muy cariñosa y pide bendición.
Salimos a ver al obispo de Kiev, Vitaly, que nos recibe en un lugar sencillo; es joven, muy cordial. Conversación muy familiar. Me agradece mucho que esté aquí y agradece mucho el servicio pastoral y la entrega de los carmelitas en Ucrania. Es una hora de diálogo sobre la situación y la iglesia en Ucrania. Le hablo de la oración de todo el Carmelo del mundo entero; nuestra oración por él y por la Iglesia y el pueblo ucraniano.
Me dijo Jozef si tenía algo para regalarle, y al salir dije al Señor: “A ver… y qué puedo regalarle si ya no me queda nada especial en la mochila…” Estando hablando con el obispo, pienso y meto la mano en mi bolso y descubro que tenía una reliquia de Santa Teresita, del cabello. Se la doy y nos dice que es su santa preferida… ¡Sorpresas del Señor!
Damos una vuelta por el centro de la ciudad, la famosa plaza de Maidán, la plaza de la Independencia de Ucrania, donde en el año 2014 murieron tiroteadas 98 personas. Visitamos el lugar de la memoria de los caídos y pedimos por ellos.
Regresamos a casa visitando algunos lugares destruidos por los proyectiles…
Oramos por las gentes que habitaban esos edificios ahora desolados.
Es hora de preparar la vigilia…
Emoción con toda la Orden, ante esta noche.
Recordamos Siria, Burkina, Perú, Colombia, Congo, Líbano, Irak…
Oramos como UNO solo… por la VIDA QUE NO MUERE ni es capaz de destruir ninguna bomba…
Esta llegada a Kiev es otro capítulo diferente de Berdichev… porque aquí el horror de la guerra se siente mucho más patente aún… las señales están humeantes, y el relato de las personas es constante… No puedo contar en esta crónica todo lo que he escuchado. Alguno de los frailes me decía si me importaba que me contase esos horrores, y le dije que no me importaba… han sido muy largos ratos de conversación. Omito detalles. Están en contacto con los capellanes que acompañan a los soldados, y ellos mismos confiesan a los soldados. Les he entregado unos trescientos rosarios para los soldados.
La celebración de la vigilia sencilla y sentida. La capilla me parecía una pequeña arca de Noé, un recinto de salvación. La liturgia comienza en la calle con un sencillo fuego, y un frío helador. Conseguimos a duras penas mantener la llama de la vela encendida después de varios intentos.
Predico yo y traduce al ucraniano Jozef.
Al final de la celebración, cantos y alegría compartida. Fila larga de gente para un abrazo, una bendición, y agradecer muy vivamente que yo esté aquí. Me dijo una joven que en su trabajo hay 400 personas y que 200 huyeron para ponerse a salvo en un lugar seguro, y que el que yo hubiera venido era para ella un signo especial. Así matrimonios y familias pasaban para ser bendecidos y abrazados. No me parece estar en un lugar de guerra, hay una sensación fortísima de comunión y complicidad… Una joven que ha perdido su casa en Mariupol y ahora ayuda a otros… una joven soldado que me pide la bendición antes de ir al frente. Le regalo mi rosario.
Y termina el día en conversación amigable un rato de dos horas con Jozef, Marek, Benedict, el sacerdote Maciej, y padre e hijo, Andrzej y Daniel. Qué rato más intenso de experiencias vividas. Cuánta necesidad tienen de contar lo vivido y lo que saben… cuánto agradecen la presencia. Les digo que toda la Orden está aquí con ellos.
Termina el día, mañana iremos a visitar Bucha, la ciudad de la masacre. Y también alguna otra de las ciudades más devastadas, el seminario y otros lugares. Pero mañana será otro día, hoy, en las gentes de Kiev, a mí se me apareció el Señor Jesús resucitado, sonriente, y me bendijo en su sonrisa… una joven me bendijo espontánea.
En Berdichev escuché las sirenas cinco veces, en Kiev una, al salir del obispado. Pero ya nadie baja a los búnkeres. Si algo cae, caerá, si algo sucede, sucederá. Pero hoy, Cristo ha resucitado para mí en la fe de un pueblo, en su esperanza. ¡Qué afortunado soy de estar aquí! ¡Y de que estéis aquí conmigo!
FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN… Resucitó mi Amor y mi Esperanza.