El pasado 7 de febrero fallecía en Quito, Ecuador, Mons. Luis Alberto Luna Tobar, carmelita descalzo y Arzobispo emérito de Cuenca, con 94 años de edad.
Mons. Luna había nacido el 15 de diciembre de 1923 en el seno de una acomodada familia quiteña. Conoció el Carmelo en una visita a la misión de Sucumbíos, realizada junto a algunos amigos, tres de los cuales entraron junto a él en la Orden, admirado de los frailes, más concretamente y usando sus propias palabras, atraído de “su vida, su alegría, su formación, su manera de ser”.
Finalmente solo él perseveró y fue enviado a estudiar a España, siendo luego el primer ecuatoriano en tomar el hábito de carmelita en Burgo de Osma el 3 de agosto de 1939. Ordenándose como sacerdote el 25 de julio de 1946 en la Cartuja de Miraflores de Burgos. Una vez ordenado sacerdote casi de inmediato regresa a Quito y es nombrado párroco de la Iglesia de Santa Teresita, donde trabajó incansablemente como Párroco durante 22 años hasta 1968, con éxitos insospechados, pues llegó a convertirse en el sacerdote de moda y no había bautizo, confesión ni matrimonio que no lo celebrare. Tenía un cierto carisma para inspirar confianza, fue el consejero de cientos de personajes de la política y el mundo social de la capital. Será también profesor de la Universidad Católica y en 1972 nombrado miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua. En el Capítulo General de los Carmelitas Descalzos es elegido Consejero General. Y en 1977 es nombrado Obispo auxiliar de Quito. Pero el gran Obispo, el gran Pastor, el gran amigo de los pobres y de los campesinos surgirá a partir de su llegada a Cuenca como Arzobispo en el año 1981. Recibido con recelo y desconfianza por el clero cuencano por su origen y por su paso como auxiliar de Quito un tanto elitista. Acompañado de su Vicario de Pastoral rural P. Hernán Rodas visitará la diócesis hasta los últimos rincones. Y ahí encontrará su conversión. Ese mismo espíritu que había demostrado en Quito para acoger a personajes de la política, de la aristocracia y de la cultura… le llevará a sintonizar con los campesinos y campesinas: “Mi gusto mayor es haberme entendido con los campesinos, tenemos una armonía muy grande”.
Así, era conocido como “el Obispo de los pobres” y “el Obispo sin distingos” o, como sus propios hermanos obispos reconocían “¡Es el profeta de Ecuador!”. Su fallecimiento ha causado un enorme impacto en la iglesia y la sociedad ecuatorianas, hasta el punto que el mismísimo presidente Correa ha lamentado públicamente su muerte y ha dedicado una elegía fúnebre a Mons. Luna.
Junto con Monseñor Proaño, fallecido hace ya casi 30 años, y nuestro Monseñor Gonzalo, que nos abandonó recientemente formó el grupo más destacado de Obispos empeñados en liderar la reforma que trajo consigo el Vaticano II, así como las reuniones del episcopado latinoamericano y del Caribe celebradas en Medellín y Puebla.
Descanse en paz nuestro hermano.