Me siento feliz de estar aquí con vosotras, y con mis hermanos, esta es mi casa, nuestra casa. Pisamos la tierra comunión del Carmelo, la huella caliente de Fco. Palau, y tantas y tantos que gastaron su vida al servicio del Carmelo Misionero Teresiano y de la Iglesia, y ya partieron. Y que ahora nos cuidan y nos animan. Estamos aquí para decir GRACIAS, un Magnificat con María, Ntra. Sra. De las Virtudes, y la Iglesia, por lo que ahora se nos está regalando, en medio de este tiempo difícil, acogiendo la herencia recibida (tanto recibido) y encarando la aventura que tenemos por delante. Todo lo de Fco. Palau me es muy gozoso y familiar: Livron, Aitona, El Montsant, Perpignan, Ibiza, el Vedrá, Tarragona… He orado y dormido en algunas de sus cuevas, para respirar la fuerza que le animó y agradecer el fuego que llevaba dentro; pidiéndole que ahora nos contagie a nosotros en este momento decisivo, inédito.
Vivimos tiempos difíciles: pandemia, volcanes que despiertan y se llevan la casa con todo, cambio climático, amenaza ecológica, incertidumbre, éxodos masivos y pateras que buscan tierras prometidas, y que no siempre llegan, guerras silenciadas, etc.
La vida de Francisco Palau transita por un suelo lleno de accidentes y cambios de dirección, sin GPS seguro, recalculando ruta a cada pequeño impulso ilusionado de comienzo. Una y otra vez caminos cortados, una y otra vez nuevos senderos descubiertos en el no-camino, donde se le prohibía el paso. “Desde el año 1843 al 1855 he atravesado una montaña, en donde de noche, sin camino, entre borrasca y tempestad, he tenido que sufrir y aguantar ataques de todas partes, pruebas las más rudas… (esperando que) de un momento a otro de esa sombra saldrá una luz que te descubrirá el camino.” (Carta del 1 de junio de 1855) Una y otra vez demostrando con la vida, que se corre más cuanto más se está en intimidad con el Cuerpo de Cristo: la Cosa Amada. La vida de Francisco Palau es una combinación preciosa de dificultad y posibilidad, de oposición y entusiasmo, de fracaso e ilusión. Una vida agitada y profunda; desarropada y enraizada; cuestionada y lúcida; encarcelada y libre. Es un verdadero maestro del reciclaje, de la resiliencia.
Un valiente explorador de los caminos del interior. Alimenta la fecundidad de la Misión en la CUEVA de la contemplación. Y ahí el dinamismo pastoral no conoce límites, ni miedo, porque no se busca a sí, no teme perderse a sí, sino lo que Ama (‘mi Amada’ la llama él). No se autorrealiza a sí mismo, sino que se deja realizar, y se deja ser instrumento. Es un Misionero inacabable. Parecería que lo han silenciado y aislado, y surge de las cenizas más lúcido, más humilde, más rebelde, más obediente, más eclesial. Enamorado de la Iglesia, personificación del Amor de Jesús: su Cuerpo Místico. Una experiencia eclesial insólita. La Iglesia es la Cosa Amada. La misma que también le hirió y sospechó de él, era el objeto de su amor. ¡Qué admirable fidelidad!
Hay mucho en nosotros y nuestro tiempo que ilumina Francisco Palau. Mucha actualidad en su persona. Hay en él para nosotros, una gran sabiduría de vida. No nos evita perdernos y arriesgarnos. Pero nos enciende la noche.
Siglo XIX, es un suelo propicio para lo mejor, aunque parece el peor: La Guerra (francesada); La Exclaustración (Desamortización); El destierro, Exilio (Confinamiento); La peste, el contagio y la muerte. Estos hechos recorren el siglo en que vivió Francisco Palau, y le forjaron el hombre y el santo que es: el ardor de Elías, el amor a la Iglesia de Teresa de Jesús y la transformación del destierro y las prisiones en cuevas de intimidad y creatividad misionera. Una misteriosa fecundidad del fracaso y del conflicto.
En LA CUEVA encontró Francisco una misión decisiva y crucial. En el no hacer del dejarse hacer. En el no ocuparse del propio destino, sino desocuparse de sí, para que Dios hiciera su plan y su proyecto. Desafiante LUCHA DEL ALMA CON DIOS, rendirse a Su proyecto. Allí se escucha la Palabra de Dios, Su Voz, como Elías, que obedece al Ángel, y se deja conducir por el Desierto, desandando el camino, hasta el Horeb. Escuchar de nuevo el SUSURRO del silencio de Dios.
Hoy la Palabra de Dios es hermosa y certera, la escuchamos con el corazón de Francisco Palau:
- UNGIDOS enviados para anunciar a los pobres la libertad y un año de gracia.
- GUIADOS en esta misión, en medio de los Valles oscuros, tú vas conmigo, mi Pastor.
- EDIFICADOS, UNIDOS. En Cristo, nuestra Cabeza, para edificación de todo el Cuerpo.
- ENVIADOS. al mundo entero, proclamad… Expulsad demonios, hablad el lenguaje que todos entienden, el del amor auténtico y gratuito, curad.
Le pido a Francisco Palau que nos ilumine, nos regale un poco de su ardor contemplativo y misionero, de su creatividad y capacidad para ponerse en camino. Que nos confronte, ahuyente nuestros demonios y nos haga hijos valientes y humildes de la Iglesia.
Te pido, Francisco Palau que nos ayudes a redescubrir nuestra misión:
- Hay una misión en la cueva de la contemplación. Una lucha del alma con Dios, a vida o muerte. Dejarle a Dios misionarnos, reconquistarnos de nuevo. Me parece un bello plan. La mejor estrategia, enamorarse de Jesús.
- Hay una misión con los prójimos menos próximos, que son terreno inexplorado, y una misión también con los más próximos, de escucha y comprensión, de acompañamiento.
- Hay una misión en el fracaso, el vacío y la noche, una nueva historia de la que Dios es protagonista. Nuevo libro de Mis Relaciones con Jesús, la Iglesia, la Cosa Amada.
- Hay una misión en el decrecimiento, la debilidad y la fragilidad de nuestro ejército humilde, para enfrentar a Goliat, mejor que con muchos y fuertes.
- Hay una misión en el corazón de la anciana hermana que ya apenas se mueve; en la que está deprimida; en la que tiene que cuidar de sus padres y dedicarles todo o parte de su tiempo; en la superiora y en la que no lo es, que se siente cansada o abrumada; hay una misión inédita hoy por estrenar. Y es hermoso que somos hermanos para descubrirla juntos y ayudarnos a servir unidos.
Estaba yo en oración en mi cueva, y oyóse la voz amorosa del Padre, que dijo: «Ven, Hija mía, ven». Y la de su Hijo: «Ven, Esposa mía, ven». Y la Hija del eterno Dios que estaba a mi lado, subió a las nubes de que estaba cubierto el monte, y me dijo: «Ven conmigo», y yo subí a la cima de este monte. Tarde del 11 de mayo de 1865
El 20 de marzo de 1872. Se cumplirán 150 años de su partida, que comenzamos a celebran. Al final de sus días, Francisco Palau confirmó su vida, sus silencios y sus palabras, sus catequesis y su obra fundacional con la entrega de la vida… Contagiado, herido, vencido por los prójimos para salvarles, y nunca él a salvo. El sello de la autenticidad: Entregar la vida. Pero para entregarla, hemos de cuidarla, cuidarnos y dejarnos cuidar, en la cueva del silencio y la fraternidad. Gracias, a todas, por cuidar de tantos, por cuidaros y dejaros cuidar.
Miguel Márquez Calle, ocd
Fiesta del Beato Francisco Palay y Quer
7 de Noviembre de 2021